Camina atento al pasillo; desea ser atendido por su enfermera favorita. Llegará en un momento, le dicen. Poco tiempo después la busca ávidamente, y pregunta de nuevo en su despacho. Elije del rincón un sillón de dos plazas, la espera. Entre tanto escucha los ruidos de las continuas retahílas entretenido. Sonríe para sí con las letanías de una pareja que, acaban en discusión. Sentado cerca de la puerta sigue las entradas y salidas de los sanitarios.
El descanso del desayuno termina, y Luisa parece que llega. Se mueve con prisas y desenvoltura entre el intrincado de sillas y enfermos. Lo descubre al fondo del consultorio; amablemente se sienta a su lado. Alborotándolo con el repique de su risa invade su taciturno silencio; hasta que ve cambiarse el surco tenso de su boca, por una sonrisa más natural. Con mirada escrutadora Julio le pregunta: cuánto tardará la extracción. No le sorprende que su donante favorito le espete esto. Es muy nervioso. Ignora el comentario y lo distrae con anécdotas. Él, como siempre, le explica que desde joven ha sido desprendido con su plasma, -¡pero con estas venas tan finitas, tengo muchas dificultades! Hay ocasiones donde me resulta insuficiente toda la calma que ha aprendido con el yoga ¡Precisamente práctico para usarlo los días que vengo a donación! Creo que siempre lo pasaré mal ¡Tranquilo!, no lo pienses Nos queda… mucho tiempo. El suficiente para poder practicarlo como hasta ahora ¡Ves valiente, tus venitas no nos tratado tan mal, ya hemos terminado!
Cala Nevado Cerro
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