miércoles, 15 de agosto de 2012

"UNA MARIPOSA EN LA PIEL" Por Miriam Villoslada Puigcerber


<< A Claudia nunca le habían gustado las mariposas. Ni las mariposas, ni los insectos en general. Pero especialmente las mariposas. No entendía cómo podían gustarle a nadie, si, al fin y al cabo, no eran más que simples y asquerosos gusanos transformados. ¡Las mariposas eran polillas coloreadas! Además de ser muy débiles: sólo con tocarles, sus alas se podían romper, y ¡hasta había algunas qué solo vivían un día! Nacían al amanecer, y morían al anochecer.
Por eso, cuando su amiga Elena se tatuó una mariposa en el omoplato derecho, Claudia se sorprendió bastante. No entendía el por qué de ese horrible tatuaje.
Elena le explicó que ese tatuaje esa un símbolo, un homenaje. “¿Nunca has oído que si una mariposa en Hong Kong bate sus alas, puede provocar una tempestad en Nueva York?” 
Claudia se quedó un rato pensativa. Ahora entendía que las mariposas no eran tan insignificantes como ella imaginaba. 
Elena era voluntaria en una ONG desde hacía varios años, y con ese tatuaje quería demostrar que una persona en solitario, al igual que una mariposa, es débil, pero muchas personas juntas pueden provocar grandes cambios. Le contó a Claudia su experiencia como voluntaria, lo enriquecedora que había sido para ella su labor estos años; todo lo que había aprendido y lo que le había aportado en su vida, y cómo esto le había hecho crecer como persona. Claudia no lo dudó: decidió iniciarse en el voluntariado. “Eso sí, ¡no pienso tatuarme nunca una mariposa!” exclamó, entre risas. >> Miriam Villoslada Puigcerber

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