jueves, 30 de agosto de 2012

"VOCES" Por María Cristina Beovide


Gritaba para aturdirse con palabras que hicieran tope a los pensamientos feroces que lo extraviaban. Habitado de voces que  insistían en  que no valía la pena vivir después del abandono, se negaba a alimentarse, a jugar, a ser acariciado.
La madre, antes de la despedida, le había dicho que un niño como él siempre iba a encontrar quien lo amara, y él, en apenas un susurro, le rogó  que quería quedarse con ella. 
Sin su mirada todos los caminos se volvieron extraños para Francisco. La sombra devoró el deseo.
Cuando conoció a Carmen, que le confió que anhelaba mucho tener un hijo, él pudo decirle cuánto extrañaba a su madre.  A partir de ese encuentro fue dejando  de  gritar  para hacer tope a los pensamientos feroces porque de a ratos  la ilusión lograba arrinconarlos. La voz cálida se iba haciendo un lugar en el alma del niño, y crecían las ganas de amarse. 
María Cristina Beovide

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