lunes, 27 de agosto de 2012

"Una historia pequeña que se volvió grande" Por María Isabel Galván Rocha


Del cielo cayó en espiral, una abeja, y murió en manos de una niña, en sus labios no quedó el silencio, ni su tristeza sería fortuita, y así miró; en lontananza, una quieta y perenne nube con sus aromas cenizos que la hicieron toser. De nuevo, otra espiralita hizo trágica aparición, un gorrión en aproximación, y en el suelo quedó. La niña lloró con ambos. A la mañana siguiente ella no deseaba la misma suerte. Un cartelito, hecho por la niña, avisaba que en el bosque no debía transitarse en coche. Pero uno no alcanzó, ni a mirarse, ni ser visto, por tantos paseantes. La niña convocó a sus amigos, y unos cuantos la siguieron. Comenzó su trabajo. De la labor de días, el bosque se lleno de cartelitos. Primero fue un coche el que no pasó. Con el tiempo un lugar se les destinó  —como ella decía— a todos esos viejos trastes. Y así quedó que para el bosque no era bueno retener tan perversos olores. Una historia pequeña que se volvió grande con el tiempo. Así la niña de un antiguo año, invocó, con la muerte de una abeja y un pajarillo, el que nunca, los coches debieran con su trajín,  transitar en los senderos vivos de los bosques.
María Isabel Galván Rocha 

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