jueves, 30 de agosto de 2012

"SÁCALO DEL SACO" Por Ángela Piñeiro Acción


Ave María… Sin pecado concebida…
El padre Lorenzo apoyó sus manos sobre la cabeza del niño arrodillado en su confesionario. Un niño que cualquier madre hubiese deseado como hijo, un hijo sin madre.
-Hoy no quiero confesarme, no tengo pecados –explicó Daniel, mirando al sacerdote.
-¿En qué puedo ayudarte entonces? –preguntó el cura, sorprendido.
-Quiero avisarle que tendrá muchas visitas, y que he dejado los regalos en la sacristía.
Daniel se levantó, giró noventa grados, hizo una genuflexión y se fue. El rostro del cura era digno de ser fotografiado. Cuando logró reaccionar, se apresuró hacia la sacristía donde le esperaba un enorme saco, y un rastro de tierra fina. El muchacho lo había transportado, pegado a sí, hasta que el peso venció a sus jóvenes brazos y optó por arrastrarlo. Contenía más de mil fragmentos de papel, cariñosamente doblados, y una copia de un mensaje de correo electrónico con muchos destinatarios.  Lo leyó…
“Hola, soy Daniel, y hoy cumplo diez años. Es la hora de hacer lo que mi madre me pidió antes de morir, que nunca olvidase compartir lo mejor que tuviese. Os doy mis deseos, me he cansado mucho escribiéndolos, he tardado mucho, pero ya está.  Contadlo, y recoged el regalo en la iglesia de San Cristóbal, pedídselo a D. Lorenzo (el cura). No olvidéis traer algo para los más pobres, haced lo que dijo mi madre y los deseos se cumplirán”.
El padre Lorenzo sintió que le llamaban, dejó de mala gana de leer los maravillosos deseos que había escrito Daniel, y asomó la cabeza por la puerta de la sacristía. Una enorme fila de gente sonriente le esperaba, todos traían algo en sus manos.
Ángela Piñeiro Acción

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